Tus cordones aún están flojos y las medias abajo, mostrando tus canilleras... sí, eres un suplente.
En los momentos más emocionantes del partido, más que una barrida, una patada o un cabezazo, lo que tú atinas a hacer es darle un grito de aliento (o una puteada) a tus compañeros...
De repente, el DT gira su mirada y te dice... 'Hey, tú, entra'... y todo se transforma...
Mientras respiras más acelerado, amarras los zapatos y te subes las medias. A correr y volver en unos veinte metros, a saltar cada cinco pasos, a que tus tobillos toquen tus nalgas.
Te mojas el rostro, tomas un poco de agua que solo sirve para que la escupas... y estás listo: a jugar.
Sabes lo que tienes que hacer, el técnico te dijo lo que necesita de tí en la cancha, tú sabes que puedes... y esa espera valdrá la pena... ahora eres tú el que está en la cancha. Y ella te recibe, como sabiendo que siempre debiste estar allí...
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